Hotel! Palace LaRoma by Rodolfo Marcelo Kohn

Hotel! Palace LaRoma by Rodolfo Marcelo Kohn

autor:Rodolfo Marcelo Kohn
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
publicado: 2013-06-17T21:00:00+00:00


Como yo hablaba alemán y conocía bien la ciudad, mis colegas de la competencia me pidieron que los llevara a algún divertido local nocturno. Era un grupo formado por ocho parejas que me siguieron como a un perro lazarillo. Los llevé al Rosas, un local donde hombres muy bellos, vestidos con ropas femeninas, se desvestían moviéndose sensualmente al compás de la música. En las pausas del show se podía bailar (había una orquesta muy buena), beber algún cóctel e incluso cenar. Las “rosas” a las que aludía el nombre del local no eran otras que los mismísimos travestis. Mis colegas, sin embargo, no tenían la menor idea de las características de aquel local. Yo no les había dicho nada, y tampoco se habían podido enterar por los carteles que estaban a la entrada, ya que estaban escritos en alemán.

Cuando comenzó el show y apareció una bella dama de largo cabello rubio, no pude contener la risa. Yo sabía que aquella dama era en realidad un “caballero”. Pero mis colegas, que no lo sabían, estaban muy serios. Traté de aclararles lo que sucedía, pero estábamos muy cerca del escenario y la música ahogaba el sonido de mi voz. Entonces murmuré al oído del que estaba a mi derecha que aquella bella mujer era en realidad un hombre, pero se rió dándome un codazo, como si le hubiera hecho un chiste. Mientras tanto la “artista”, a la que había interesado nuestra numerosa presencia, bajó los escalones del escenario y se acercó a nosotros. Ya junto a la mesa, le pidió a uno de mis colegas que bajara la cremallera de su elegante vestido dorado. Este lo hizo, rojo como un tomate, mientras el resto de la gente que estaba en el local aplaudía y se reía. Nervioso, pellizqué a mi vecino de la izquierda para advertirle que aquella “dama” no era una dama. Èl, incrédulo, movió la cabeza como si pensara que yo decía cosas absurdas. Pero cuando vio mi gesto de preocupación, trató de comunicar la noticia al resto de sus colegas. Pero todos los mensajes llegarían tarde. La “dama” estaba ahora en ropa interior y se había acercado a Ioram Arditi, Director General del Hotel Seis Estrellas, de Tel Aviv, con la intención de ofrendarle lo que cubría su corpiño. Anna, la esposa de Ioram, que sufría de celos enfermizos, se veía notoriamente incómoda junto a su marido. La bailarina desechó su corpiño, se cubrió los pechos con una mano y esperó el momento para despojarse de su última prenda, una minúscula tanga sujeta en un costado con un broche. En ese momento yo me levanté para gritarle a Ioram que no abriese ese broche, pero todos estaban demasiado concentrados en lo que sucedía como para poder escucharme. Así que sucedió lo inevitable: cuando Ioran abrió el broche, la bailarina dio un salto y se puso frente a Anna. Esta, que había extendido su mano para tomar su copa de vino, vio con infinita sorpresa cómo era interceptada en el trayecto por algo que se había descolgado del interior de la tanga.



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